Si nos ponemos a pensar en un país realmente frío en este planeta, uno de los primeros que se nos vendrán a la cabeza será Rusia, ya que aunque hay otras naciones con un nivel de temperaturas mínimas igual de bajo, como Noruega o Islandia, el país euroasiático siempre es una referencia en este sentido, tal vez por ser más grande, más popular, o porque a través de sus obras culturales hemos podido “sentir” ese frío imposible que hace en las ciudades del norte, especialmente más allá de la estepa, en la zona de Siberia, seguramente el lugar más frío del mundo, salvando los círculos polares. Los rusos, sin embargo, parecen acostumbrados al frío y se mantienen calientes como pueden durante los días más duros del invierno. El problema es cuando llega el calor.
Y es que en Rusia están acostumbrados a veranos muy suaves, y a inviernos inclementes. Pero es algo que uno ya conoce desde pequeño, e incluso es capaz de habituarse a ello. Sin embargo, cuando una ola de calor recorre el país, los rusos no saben cómo enfrentarse a ella. En el año 2010, una terrible ola de temperaturas altas asoló el país durante el mes de julio, llevándose por delante la vida de miles de personas. De una punta a otra del país, los rusos vivieron un auténtico infierno en la tierra durante esas semanas, y de hecho, la ola de calor fue recogida poco después en el Libro Guinnes de los Records como la más devastadora y mortal de la historia, después de matar, de forma directa o indirecta, a más de 56.000 personas, de las cuales 11.000 vivían en Moscú, la capital.